(Jaeneando)
17/2024
Lo de innovar está de
moda. Y,
cuando algo se pone de moda, nos “enmodamos” de tal modo que acabamos olvidando
por qué se está moviendo ficha para embobarnos con el cómo pillar sitio en ese
lo-que-sea, que, en general, como los mandamientos, se resume en dos: destruir
el pasado sobre todas las cosas y embobarse con lo nuevo como si lo amáramos
más que a nosotros mismos. A partir de ahí, brotan como setas los “comités de
limpieza de “viejendades” en busca de “sospechosos” disidentes a los que abatir
en público por osar conservar/ conservarse dentro de un frasco de formol en
plan antiguo cotolengo.
Viene esto a cuento de la
postura cerril de unos pocos que, anclados a su personal esnobismo pelín
catetillo, sostienen que lo de recuperar viejos tesoros/valores del pasado no
puede ser más que una pejiguera precisamente por ser pasado, (ay, si las
pirámides hablaran), haciendo oídos sordos
a lo evidente: ese fenómeno comarcal tan prodigioso como ha resultado
ser el de LAS MUJERES ENGANCHADAS DE UN HILO de Sierra Mágina, quienes, armadas
con una simple aguja de ganchillo y un ovillo de lana, han levantado un
torbellino de colores de viejos tiempos que, se mire como se mire, alguien
debiera iniciar ya lo que haya que iniciar para que lo que están haciendo estas
mujeres se declare PATRIMONIO INMATERIAL DE LA HUMANIDAD.
Porque ya no hay duda:
nuestras mágicas mujeres de Mágina, sin más equipo que el poder hilandero de
sus manos, están rescatando sin palabras todo un tratado de sociología
innovadora no escrita.
Sólo los incapaces de
entender la esencia del pensamiento sistémico no alcanzan a ver que lo de “hacer
ganchillo” es sólo el significante que da significado a valores tan varios como
colaboración, sororidad, fraternidad, entereza, intercomunicación, perseverancia,
subsistencia, visibilidad… Sobre todo, esa visibilidad para unas mujeres que
mantuvieron encendida la lumbre para cuando alguien llegara a sus casas de
Mágina muerto de frío o de ausencias; esa visibilidad tan justamente
reivindicada como injustamente negada por “patriarcas modernosos” y otros
machirulos que tanto enfangan la imagen de nuestros hombres.
Claro que cada uno de
estos conceptos, íntimamente comunicados entre sí como sistemas de permanencia,
necesitaría de una tesis doctoral sobre sociología rural para poder entenderla en
toda su extensión antropológica.
Llegada aquí, y para
acercarme a lo que significa de verdad el movimiento MUJERES ENGANCHADAS DE UN
HILO (que tanto trabajo les cuesta entender todavía a unos pocos carcas que van
de modernos) se me ocurre acudir a la definición que COTEC hace de INNOVACIÓN:
Innovación
es todo cambio (no solo tecnológico) basado en conocimiento (no solo
científico) que aporta valor (no solo económico).
Cambio/ conocimiento/
valor: son los tres soportes sustantivos de la innovación. “cambio…no
sólo tecnológico”, “conocimiento…no sólo científico”
y “valor…no sólo económico” son los tres matices cuya distinción
distingue a su vez −valga la redundancia− a quienes saben/ se empeñan de verdad
en lo de innovar de quienes, por mucho que se disfracen de “modernos”, jamás
alcanzan a entender el concepto “mujer rural” rescatista de nuestros más
ancestrales valores, por muy inmateriales que sean/ parezcan.
Este
año, en su séptimo año de existencia, −comenzaron en 2017− las Enganchadas han
plantado su ya famoso ÁRBOL DE MÁGINA, en dieciocho ayuntamientos, con
dieciocho ramas coronadas por algún motivo representativo de cada pueblo.
De
manera espontánea, sin alharacas, se ha constituido La Ruta del Árbol de
Mágina en la que cuentan que, como en un camino iniciático, se visitan
los distintos municipios para gozar la historia inmaterial de cada pueblo y
buscar la energía de un árbol bendecido por las manos de las mujeres, a las que
este periódico ha dedicado una especial atención, desde la ternura de los
piropos de su pregonero, Juan Espejo, a nuestras mujeres, al reconocimiento de
una Diputación sensible a su tierra.
Benditas
sean vuestras manos.
En CasaChina.
En un 4 de Febrero de 2024